martes, 9 de febrero de 2010


Hacé un esfuerzo por recordar voces y nombres que ya no estan, vas a ver que hay cosas de las que no te acordas, que intenta el tiempo eliminar.
Esos olores que ya no estan, esos sabores no existen más, solo puede la memoria traerlos aca y es por eso que quiero esconderme en tu memoria.
Hay quienes dicen que son más felices sin poder recordar.

viernes, 5 de febrero de 2010

No hay cosa más fea que ver triste a un ser querido y sentir que con tus palabras no encontras una solución que pueda parar ese dolor y esa amargura, que por más que trates no podés darle una ayuda, que hablas y pensas, y aconsejas, pero no logras lo que realmente querés. Pero no hay nada más lindo que ver cuando tus palabras llenan a la persona a la cual se las estás trasmitiendo, ver que realmente le sirven de ayuda, de enseñanza, que eso que le estás diciendo es la solución a ese problema que no tenía una. Que gracias a que supo transmitir su dolor, vos pudiste darle una mano, y que ahora está mejor porque pudo superar eso que lo atormentaba, y que a pesar de que tu consejo no haya solucionado el total de su problema por lo menos sabe que cuenta con una persona que a cualquier hora del día va a estar pendiente de ver como está, qué le pasa, si está bien o mal, o si solo tiene ganas de hablar o de reírse un rato. Esas personas son difíciles de encontrar, pero estoy segura de que se encuentran, y que te llenan de alegría al verlas como van por la vida, superando sus miedos, sus errores, aprendiendo a vivir, aprendiendo a valorar la vida, aprendiendo a querer, (que es lo que a muchos les hace falta). Más que nada la vas a encontrar estando a tu lado, porque es donde siempre se van a sentir cómodos y siempre van a encontrar un lugar en el cual desahogarse no está prohibido, y que llorar y lamentarse es lo más común que le podía pasar.
Fue una noche inspiradora, y agradezco a mi amigo, con el cual se puede compartir lo que nos toca vivir. Gracias Franquito, una y mil veces más. Te quiero muchísimo.

"...Sabía, desde luego, que no era sino un juego inocente de su parte, un retozo que imitaba el simulacro de un amor inventado, y puesto que, como dirían los psicópatas y también los violadores, los límites y reglas de estos juegos infantiles son imprecisos.
Era la misma niña: los mismos hombros frágiles y color de miel, la misma espalda esbelta, desnuda, sedosa, el mismo pelo castaño. Un pañuelo a motas anudado en torno al pecho ocultaba a mis viejos ojos de mono, pero no a la mirada del joven recuerdo, los senos juveniles. Y como si yo hubiera sido, en un cuento de hadas, la nodriza de una princesita, reconocí el pequeño lunar en su flanco..." (Vladimir Nabokov)